Prohibido ahorrar: el Gobierno quiere que gastes y te endeudes

Análisis | Las claves del poder

Las familias elevan su ahorro a máximos históricos por la pandemia, malas noticias para el Ejecutivo

Cola en una tienda en el centro de Barcelona

Cola en una tienda en el centro de Barcelona durante el último puente 

Álex García

El miedo a perder el empleo y la incertidumbre provocada por la pandemia han disparado el ahorro de las familias sin precedentes. Según datos del INE, la tasa de ahorro se situó en el 22,5% de la renta disponible entre los meses de abril y junio, alcanzando 60.204 millones de euros, casi el doble del mismo periodo del año anterior. Tendencia que parece haberse mantenido, aunque a ritmo más suave.

Para el Gobierno es una mala noticia. Ahora lo que hace falta es gastar a tope, aunque para ello sea necesario endeudarse. Hay mucho dinero fácil y barato de conseguir. El Ejecutivo es el primero en dar ejemplo: el conjunto de las administraciones gastará este año 120.000 millones más que lo que tienen previsto recaudar. Este gigantesco déficit hará que la deuda pública se eleve a 1,2 billones de euros, el 120% del PIB. Una auténtica deuda perpetua.

Respuesta a la crisis

Más de 120.000 millones de gasto público

¡No hay problema! Parecen decir en la Moncloa, el BCE nos financia a tipo cero todo lo que le echemos encima. Sin embargo, no es tan así. Ya se empieza a oír desde Frankfurt que eso de ampliar el programa de compra de deuda en 500.000 millones para ayudar a los estados tiene un límite. Mala noticia para un país como España que desde hace 40 años vive de prestado.

Se nos llena la boca al decir que los 42 años de democracia han sido el periodo de mayor progreso y bienestar de la historia de España. Todos los datos disponibles así lo certifican, pero no se nos puede olvidar que la deuda pública en 1978 representaba el 13% de nuestro PIB y ahora supone el 120% de la riqueza que somos capaces de producir en un año. 

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El presidente del gobierno, Pedro Sánchez, durante un acto este verano

Emilia Gutiérrez

¿Cuánto de tan apreciado bienestar se debe a nuestro esfuerzo y cuánto lo debemos a las ayudas que hemos recibido de Europa? No podemos engañarnos más. El incremento de la productividad y del ahorro para poder financiar nuestro propio desarrollo siguen siendo grandes asignaturas pendientes.

Es comprensible que en una coyuntura como la actual, en que la economía quedó invernada unos meses, se quiera poner en marcha la maquinaria de la producción. Si no se gasta no se vende y si no se vende las empresas tienen que cerrar. Hay que sacudirse el miedo y gastar, pero todo tiene un límite. Como afirmaba Aristóteles, “la virtud es una disposición voluntaria adquirida, que consiste en un termino medio entre dos extremos malos, el uno por exceso y el otro por defecto”.

Alternativas

Invertir sin riesgo es una ruina y con riesgo una temeridad

Pues en esas estamos, parece existir una auténtica conspiración contra los ahorradores. Si vas al banco para que te guarden el dinero no solo no te pagan a cambio ningún interés, sino que te cobran. Si pretendes beneficiarte fiscalmente con un plan de pensiones individual tampoco es posible. Si quieres evitar una vejez pobre tienes que confiar en el Estado o convencer a tu empresa de que haga un plan de pensiones colectivo, y a saber.

Invertir sin riesgo es una ruina y con riesgo una temeridad. ¿Qué alternativas tienen los ahorradores? Comprar pisos y volver a la economía del ladrillo. No quedan muchas más opciones. Y después de unos años volveremos a criminalizar a los ciudadanos por haber contribuido insensatamente a crear otra burbuja inmobiliaria.

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El ladrillo, una de las pocas opciones que quedan al ahorrador

Mané Espinosa

Al final de todo este caos regulatorio lo que pasa es que estamos dejando a las futuras generaciones una deuda descomunal, que más pronto que tarde desembocará en una nueva crisis financiera como ocurrió hace una década. Una cosa son las políticas a corto plazo y otra muy distinta es el mensaje que se envía a los ciudadanos desde el poder: que el ahorro y la austeridad son virtudes perversas.

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